Mi padre tenía un bigote enorme
que cultivaba con mucho orgullo
un bigote de bandolero mexicano
- tanto, que la primera vez que vi una foto de Zapata, luego me acordé de mi padre.
Cuando, cierto día, le pregunté qué iria a hacer cuando su bigote se volviese blanco,
no me contestó, quedóse enfadado, dijo: "No lo sé, tal vez no llegue a ser blanco, nunca".
Pienso en ello hoy, cuando estoy cerca de la edad de mi padre muerto, con su bigote, intacto, todavía.